Juani presente

Tu recuerdo arranca en mi memoria a principios de los años ´60 en la vivienda de dos pisos de Nicolás Videla.

Nosotros no teníamos tele, así que cuando escuchaba la música de “El llanero solitario” subía hasta tu casa. Me sentaba a tu lado en silencio y disfrutaba.
También me gustaba cuando vos bajabas y me ponías de arquera. No atajaba ni uno solo de tus penales. River siempre le ganaba a Boca.
Una vez, nos quedamos solos en casa y propusiste abrir la puerta de lo que llamábamos “el  sótano”, lugar que era depósito de todos los misterios.
Buscaste un cuchillo en la cocina para hacer palanca y levantar esa  especie de tapa que tenía el piso y comunicaba con la cámara de aire de la habitación... “No se lo tenemos que contar a nadie” me aclaraste.
Encontramos una caja metálica imposible de abrir. Al sacudirla, algo pesado sonaba dentro. Buscando la llave que nunca encontramos, te metiste agachado en ese subsuelo oscuro y húmedo.
“Seguro hay guardada un arma” me dijiste convencido y yo sentí que estaba con el llanero solitario… Jamás supe que contenía la caja, no pude preguntar, era nuestro secreto.
En aquellos años, o un poquito más adelante, era cuando íbamos al Italpark con entradas que tenía tu papá… para tooooodos los juegos… ¡qué alegría!
En una de esas visitas fuimos a una especie de sombrilla o de helicóptero. Tu hermana Martita se quedó abajo con el tío porque le daba miedo. Yo también tenía miedo, pero quería subir con vos que eras el que manejaba.
Traccionabas una palanca para atrás y la nave subía, empujabas hacia adelante y bajaba. En un momento el helicóptero-sombrilla quedó arriba. Me dijiste que se había trabado y que nos tendríamos que quedar en lo alto. Me puse a llorar y vos disimulaste la risa. Creo que al bajar tu viejo te retó.
A fines de los ´60 nos mudamos y vos nos visitabas en Floresta. ¡Era una fiesta tu llegada!
Cuando promediando los ´70 ustedes se fueron a vivir al departamento de Espinosa, era yo la que los visitaba. Comíamos papa fritas “Tía Susana”, que son las más ricas del mundo.
Cuando vos no estabas, entrábamos con Marta a tu pieza, chiquita, llena de libros y discos. Revisábamos todo y escuchábamos música. Me gustaba todo tu cuarto, pero lo que verdaderamente me fascinaba era el poster de Tupac Amaru. Vos me dijiste cómo se llamaba y me contaste quién era.
En esa piecita pequeña encerraron a mamá y a tu hermana Mercedes de 8 años cuando fueron a buscarte. Vos te fuiste de Espinosa a tiempo y mamá te veía a escondidas. Volvía llorando.
Papá me decía “si te preguntan, vos no sabes nada, en tu casa no se habla de política” y Mercedes vivía en casa… y yo no entendía bien… pero sentía miedo.
Empezó el miedo, ese miedo que me dolía en la boca del estómago y me daba ganas de vomitar. “No tiene nada” le había dicho la doctora a mi vieja “…seguramente sea emocional”.
La última vez que te vimos fue el 6 de enero de 1977. La fecha me la dijo mamá, que recuerda haberte llevado un regalito de Día de Reyes. Nos encontramos en la quinta de los abuelos, también estaba mi hermana.
Volvíamos juntos en el tren y te conté que ese año me iría de viaje de egresadas. “Va a gustarte Bariloche” me dijiste… Te bajaste en la estación Morón y nunca pude contarte que me había enamorado de Bariloche, que diez años después me iba a vivir allá y ahí nacería mi hijo.
Al volver la democracia te busqué en cada muchacho que pasaba, hasta una vez di vuelta a uno convencida que eras vos… Tantas noches soñé que aparecías… No sé cuándo entendí que ya no ibas a volver.
Un día, después de 30 años de silencio, Marta me pidió que la acompañara a buscar la verdad y estábamos en eso cuando tus amigos nos encontraron.
El día del homenaje en el Dámaso Centeno, el 11 de octubre de 2006, sentí que algo terminaba y que ese dolor empezaba a transformarse…
Ya no buscábamos solas… y aunque la verdad no llega y entonces tampoco la justicia, la memoria es compartida. Ahora vos estás presente en esos amigos, que están porque guardaste el silencio necesario para que estuvieran…
Y estás presente en la tía Irma que con casi 80 años dejó su muestra de sangre en el Equipo de Antropología Forense con la esperanza de acercarnos a la verdad alguna vez.
Y estás presente en Marta que nunca dejó de nombrarte y tuvo tu retrato siempre a la vista.
Y presente en mi hijo, Joaquín, que a los 16 años me dijo que eras un héroe, que lleva tu foto en las marchas del 24 de marzo y tus ideales en el trabajo con los pibes de Isla Maciel o dando clases en Fuerte Apache.
Y presente en los estudiantes de mi escuela cuando un compañero te nombra en el discurso del Día de la Memoria.
Memoria, ¡tanta memoria!
¡Presente Juani! ¡¡¡presente!!! …Ahora y siempre…
…que aunque ya no sueño con verte, sueño con la verdad para que al fin haya  justicia.



María Luz Piñeyro, prima hermana de Juan Eduardo Estévez
Agosto 2014